lunes, 4 de febrero de 2013

Pensamiento (no)lineal vs Acción

Los intelectuales analizan las operaciones de los sistemas internacionales; los estadistas las construyen. Y hay una gran diferencia entre la perspectiva de un analista y la de un estadista. El analista puede elegir el problema que quiere estudiar, mientras que al estadista los problemas se le imponen. El analista puede dedicar todo el tiempo que juzgue necesario para llegar a una conclusión clara; para el estadista, el desafío abrumador es la presión del tiempo. El analista no corre riesgos; si sus conclusiones resultan erróneas, podrá escribir otro tratado. Al estadista sólo se le permite una conjetura; sus errores son irreparables. El analista dispone de todos los hechos; se le juzgará por su poder intelectual. El estadista debe basarse en evaluaciones que no pueden demostrarse en el momento en que las está haciendo; será juzgado por la historia según la sabiduría con que se haya enfrentado al cambio inevitable, y ante todo, por lo bien que haya conservado la paz.
[Diplomacia, Henry Kissinger]

La gente cree que, si, por ejemplo, dos variables tienen una relación causal, un aumento continuo de una debería afectar siempre a la otra. Nuestro sistema emocional está diseñado para la causalidad lineal. Por ejemplo, estudia todos los días y aprende algo en proporción a lo que estudia. Si no tiene la sensación de que está avanzando, sus emociones harán que se sienta desmoralizado. Pero la realidad pocas veces nos da el privilegio de una progresión lineal positiva satisfactoria: puede que estudie el año entero y no aprenda nada y, después, salvo que se haya desanimado por falta de resultados y haya tirado la toalla, algo llegará como en una aparición. Mi socio Mark Spitznagel lo resume de la siguiente manera: imagine que está practicando todos los días, durante mucho tiempo, para aprender a tocar el piano, casi incapaz de tocar Chopsticks, de repente, descubre que es capaz de tocar Rachmaninov. Debido a esta no linealidad, la gente no puede comprender la naturaleza del suceso raro. Esto resume por qué hay caminos al éxito que no son aleatorios, pero muy pocas, muy, muy pocas personas tienen la resistencia mental necesaria para seguirlas. Las que ponen el esfuerzo adicional necesario reciben la recompensa. En mi profesión [especulador bursátil], se puede tener un título que se beneficiará de menores precios en el mercado, pero puede que no reacciones a esos precios hasta determinado punto crítico. La mayoría de la gente tira la toalla antes de alcanzar la recompensa.
[¿Existe la suerte?, Nassim Nicholas Taleb]

[El farmacéutico] prefería claramente, sin discusión, la obra menor a la obra mayor. Escogía La metamorfosis en lugar de El proceso, escogía Bartleby en lugar de Moby Dick, escogía Un corazón simple en lugar de Bouvard y Pécuchet, y Un cuento de Navidad en lugar de Historia de dos ciudades o de El Club Pickwick. Qué triste paradoja, pensó Amalfitano. Ya ni los farmacéuticos ilustrados se atreven con las grandes obras, imperfectas, torrenciales, las que abren camino en lo desconocido. Escogen los ejercicios perfectos de los grandes maestros. O lo que es lo mismo: quieren ver a los grandes maestros en sesiones de esgrima de entrenamiento, pero no quieren saber nada de los combates de verdad, en donde los grandes maestros luchan contra aquello, ese aquello que nos atemoriza a todos, ese aquello que acoquina y encacha, y hay sangre y heridas mortales y fetidez.
[2666, Roberto Bolaño]





No hay comentarios: