martes, 22 de enero de 2013

De la utilidad (marginal) de la filosofía

Mucho se ha estado estos días discutiendo sobre el obligatorio temario de la deficiente educación preuniversitaria habida por estos lares. Como cada vez que se proponen reformas la supervivencia de la filosofía termina por pender de un hilo, no han faltado en consecuencia profesores filósofos maestros que han hecho apologías de la materia que imparten bastante, cuando menos, sonrojantes, en tanto que han ponderado su valor en torno a infinito y más allá, vamos, que sin filosofía no existiría la democracia, la ciencia, la ética, ni los reyes magos. Bien. Vaya por delante que gusto de la filosofía, a la prueba está visto este blog, pero todas estas proclamas, me temo, pecan de un mismo fallo, éste es, un análisis abstracto del valor de su objeto de estudio del tipo qué vale más, la filosofía o la economía, y no más bien, más modestamente, más en concreto, con un contexto, la evaluación de su utilidad marginal, quiero decir, y además es problema famoso de la filosofía primero, de la economía después; hablo de la paradoja del valor, aquella que registra cómo valiendo más a priori la comida y el agua que los diamantes (sin aquella no podríamos vivir, no es el caso de éstos), sin embargo, por qué razon, se nos pregunta, el precio de los diamantes es mayor que el de la comida y el agua. Esto siempre se ha conocido como la paradoja del valor, como digo, hasta que se descubrió el concepto de utilidad marginal, esto es, no tiene mayor precio el diamante porque tenga más valor que el agua sino porque en el margen lo valoramos más, es decir, cuando no tenemos ni agua ni diamantes, el valor que le asignamos al agua es infinito mientras que los diamantes nada nos valen, no obstante, una vez que tengamos un vaso de agua y un diamante, el segundo vaso de agua (satisfecha ya la sed) nos parece que tiene (casi) valor marginal cero mientras que no le haremos ascos nunca a un segundo  cuarto quincuagésimo diamante.

No es que la filosofía y el humanismo no valga nada, por volver al principio, pero si tengo que elegir que mi conciudadano y posible votante sepa 1)qué quiere significar el concepto de, pej, Idea de Platón o bien, 2)por qué la banca pública es una muy muy pero muy muy mala idea, pues bien, prefiero un millón de veces, qué digo un millón, un millón de millones de veces que tenga claro antes mi querido conciudadano lo segundo, lo de la banca; que lo primero, lo de Platón. 

Consecuentemente, adquirir a Platón (como los diamantes) tiene que suponer un mayor coste, porque tiene mayor precio, que adquirir unas nociones básicas de economía o matemáticas o historia; y que luego ya, fuera del cole, o allí mismo, pero sin ansiedades histéricas ni maratoniadas demotivizantes, podrá descubrir, ¡y qué descubrimiento!, a Platón, a Wittgenstein o a Quine, por qué no, es más, en la medida que no sea un indigente intelectual, alguien con las mínimas necesidades culturales cubiertas; tendrá que hacerlo.

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