martes, 31 de julio de 2012

Sobre la creatividad

el caso de S.M, un caso real: Varios hijos, uno por cada padre, desde la adolescencia hasta los veintiocho años, ahora, desde allí marido rico y matrimonio estable pero al cabo, ella empieza un inocente chateo por internet con alguien a quien se le dice fingidamente estar embarazada pero habiendo abortado luego por culpa de un marido maltratador. El marido queda asesinado y S.M aparece a la semana de estrenada la viudedad con nuevo novio, y al mes ya está viviendo con él, ahora el ex amante engañado, se confiesa como asesino, destapa a S.M y se suicida. En resumen, una colección de hechos no concluyentes, en absoluto probatorios, pero que en conjunto, y en base a un perfil psicológico extraído mediante inferencias bayesianas (sin ir más lejos, no es normal que al cabo de una semana enviudada, alguien se avenga a tener otro novio), se puede suponer su culpabilidad y, efectivamente, el jurado la encontró culpable; y si lo hizo, quiero insistir, es por el modo en que estos miembros del jurado habían literaturizado el asesinato en base a los hechos probados y, muy importante, por el modo en que durante toda su vida habían memorizado, esto es, dado contorno visibles de forma fulmínea, como constelaciones de estrellas, a ideas y y roles y escenarios y atributos dispersos percibidos.

Claro que subsumir en un trazo tan grueso como un atributo abstracto del tipo "promiscua" toda una serie de heterógeneas conductas razonablemente familiares, es tan informativo como abordar con un epígrafe genérico del tipo "metalurgia" toda una serie de distintas compañías, quiero decir, es fácil encontrar elementos sectoriales que afecten a todo un conjunto de elementos pero la distintiva singularidad de cada empresa hace imposible adivinar según qué otras cosas y si no apercibimos a priori esta borrosidad podemos desde ciertas distancias encontrarnos con falsos positivos de situaciones familiares.

En realidad, y si lo observas bien, esta aglomeración de conductas que etiquetamos como atributo, y luego esta aglomeración de atributos que etiquetamos como personalidad; ocurre de involuntaria forma instántea fruto de un pensamiento intuitivo construido por, según Kahneman, un módulo de pensamiento (llamado sistema uno -en contraposición al mucho más lento pero consciente sistema segundo) que, como los nodos más transitados de una red, son aquellas rutas neuronales y trayectos reflexivos que, a razón de su ligera diligencia, más cotidianamente se apropian de nuestras reacciones pero que también tienen, ojo, una fuerte tasa de error según en qué contextos y precisamente por lo precipitado de sus dictamenes y lo limitado de sus ambientes operativos.

Este módulo de nuestra mente, el sistema uno, es el que se da en nuestra cabeza cuando haces las cosas sin pesarlas y no frunces el ceño y coges lapiz y papel y haces concentrado las cuentas a mano utilizando tecnologías como el lapiz y el papel y el cálculo matemático. Claro que no siempre es posible tal agotador grado de dedicación pues, e imagina el familiar caso de la conducción de un coche, a veces el cambiente dinamismo del entorno nos obliga a abstraer cierta información, y es que, y cualquiera que haya conducido lo sabe, sólo es posible por ejemplo llevar bien un coche cuando hemos automatizado los gestos y reacciones a una distancia de milésimas y podemos entonces manejar el carro sin tener el estrés y la angustia y la sensación de estar constantemente al borde del colapso con tanta señales de tráfico y las revoluciones pitando y los coches de al lado cercándote.

Pero si te fijas bien, lo que Kahneman refiere en realidad cuando habla del sistema uno (y nos advierte de sus precipitaciones en según qué momentos), es de una memoria asociativa que va proveyendo ideas según las tiene a mano como stock, dentro de la más extensa memoria largoplacista, que intenta proveer todas las soluciones tratando también de no recurrir a nadie más, o sea, y por decirlo en términos reconocibles para un informático, toda vez que trabajemos con la memoria RAM, estamos usando el módulo primero, y el segundo entrará, por lo tanto, cuando recurramos al esfuerzo de reflexionar, pararse a pensar un poco el asunto y en definitiva tirar de la otra memoria, la principal. De este modo no es de extrañar que el sistema uno esté asociado al pensamiento intuitivo y a la creatividad pues la creatividad, como de hecho propuso Sarnoff Mednick (y recoge Kahneman), no es más que "una memoria asociativa que trabaja excepcionalmente bien" de forma, como bien llega a decir Robert Musil, la intuición no es más que "la afinidad y solidaridad de las ideas concentradas en un cerebro", claro que esto, lejos de ser suprapersonal o infrapersonal, le corregiría, es lo más personal que puede haber pues nada hay más singular y propio que todas las ocurrencias biográficas y herencias genéticas que han ido sedimentando particularmente nuestra memoria RAM y mapeándola genuinamente de ideas y emociones con su peculiar afinidad armónica mientras que la racionalidad, por el contrario, no es más que el uso de herramientas comunitarias (v.gr: las matemáticas, por extensión el lenguaje, etc.).

De hecho, en lo que disiento con Mednick es que en sí misma sea la asociatividad de una cabeza y su rapidez en el gatillaje lo que dictamine la creatividad de una persona y no más bien el trade off entre extensión y heterogeneidad de la memoria asociativa. O por recurrir otra vez a la informática en donde se entiende por nivel de granularidad -de grueso a fino, de abstracto a específico- el grado de detalle habido en los esquemas lógicos con que se estructuran los datos (v.gr: El registro de un cliente de una clínica veterinaria se podría detallar con campos como un código para el primer apellido, un nº de cuenta bancaria, una dirección, un teléfono, el nombre y sus correspondientes apellidos) de forma que en una granularidad muy gruesa se optimiza el uso de recursos computacionales al ser de menor volumen la información utilizada, si bien, también se arriesga la consistencia entre los datos al contrario que con gradientes más finos de granularidad; pues bien, lo que caracterizaría a una efectiva creatividad no sería la ingeniosidad coyuntural de juntar ocasionalmente el tocino con la velocidad sino la sistematicidad con que esos hallazgos microestructurales se darán, es decir, la capacidad de crear una estructura lo suficientemente gruesa como para que ilumine un ámbito operativo concreto de una forma mucho más eficiente -en el sentido de más extensa y/o más intensa- de lo que se estaba haciendo antes. Así entendido, el creativo sería por definición un visionario y así entendida, la creatividad no sería un don, que como le sucedía a Midas, todo lo que toca lo convierte en algo nunca visto (no existe una creatividad sistemáticamente efectiva que emerga del contacto primerizo con un terreno) sino que se necesita una previa exposición a un tema, el cual, al justamente ir entendiéndolo, esto es, abarcándolo con la memoria, se le inventa, por así decirlo, un truco con el que mapear, ver de tirón, todo el territorio.

En ese sentido, lo relevante de cualquier pensamiento venido del sistema Uno, bien mirado, no residiría en su falibilidad (que se da siempre por descontada pues nace de un trade off por definición útil en un contexto) sino en el concreto instrumental que involuntariamente usamos cuando estamos ejecutando nuestros pensamientos con dicho sistema, y esto, esto explicaría la diferencia de resultados erróneos en, por ejemplo, quienes esterotipan sabiendo (teniendo el plug-in) de estadística y quienes no, y así, sin ir más lejos, los primeros, como los segundos, saben que si les hablan de una persona reservada y meditativa esto encaja con un prototípico bibliotecario o un granjero pero sólo los primeros saben que hay más granjeros que bibliotecarios, por lo tanto, es mayor la probabilidad de, al estar con una persona reservada y meditativa, tener en frente a un granjero antes que a un bibliotecario.

Por esto mismo, frente al inevitable fracaso continuo de la intuición, lo que cabría esperar no siempre es más (abstracta) racionalidad -como propone Khaneman- sino también, por qué no, más (concreta) intuición, innovación tecnológica, en suma, creatividad.

16 comentarios:

Rafael dijo...

Hola Héctor, te he enviado a tu correo electrónico personal un documento que espero te sea de utilidad para tus diferentes idagaciones que aparecen en tu blog. Un saludo

Héctor Meda dijo...

Del texto que me enviastes, Rafael, me quedo por ejemplo con esta frase:

(...) la memoria, pues, resulta simplemente el nexo entre componentes de una estructura, la cual no tiene por qué estar en su totalidad presente, pero sí configura, como los componentes del denominado presente, la conducta.

Rafael dijo...

Por tanto, toda percepción debería ser considerada una creación?

Héctor Meda dijo...

En efecto, así lo considero yo y creo que una acertada ilustración del hecho la da Gerard Edelman al considerar que la memoria se parece más al proceso de fundirse y volverse a congelar un glaciar que a una inscripción en una roca por lo que toda percepción reconocida tiene mucho más de familiarización con lo ya percibido antes que de identificación.

Rafael dijo...

podrías explicarme qué son los conceptos "trade off" y "plug-in"?

Héctor Meda dijo...

Sí, claro. El concepto trade-off se usa mucho sobre todo en economía para describir situaciones en donde alguien tiene una cosa en una mano pero debe soltarla para coger algo más pesado con las dos, por ejemplo, cuando gastamos más dinero (pérdida) para conseguir más calidad (ganancia), o sea y por definirlo en abstracto, cada vez que en una situación se tiene que perder algo para ganar otra cosa se produce un tradeoff y yo tenía muy presente esta disyución ya desde chiquito cuando en un videojuego de boxeo resultó que podía crear un boxeador calibrando a voluntad los parámetros de fuerza o rapidez solo que si le ponía mucha fuerza -y como en la vida real- el boxeador perdía velocidad, y viceversa, pues bien, insisto, esa es una situación de tradeoff donde uno debe negociar qué quiere conseguir para ver cuánto sacrifica de un lado para balancear el otro.

Y plug-in es un término típicamente informático que viene a poder traducirse como parche y que se utiliza toda vez que se incremente la función de un programa al añadirle a este una nueva funcionalidad -es decir, el plug-in- como cuando me actualizo un reproductor de música y ahora resulta que este puede, yo qué sé, leer ahora archivos de extensión .wav

Si uno se fija bien, el lenguaje, por ejemplo, es un plug-in cognitivo que nos habilita la función de la comunicación, de hecho, no soy el único en considerar que en realidad somos cyborgs.

Espero que me haya conseguido explicar :))

Rafael dijo...

Muchas gracias por tu explicación. Por cierto, otra de las obras que quería recomendarte, era, al hilo del tema "cyborg", la obra del filósofo Fernando Broncano, en concreto, su reciente publicado libro "La estrategia del simbionte". En la red puedes descargar en pdf's varios de sus trabajos (fundamental la importancia que le otorga al "concepto" y al "artefacto"). Te dejo aquí también las primeras líneas del libro reseñado: http://delirio.es/fragmentos/laestrategiadelsimbiontefragmento.pdf

Héctor Meda dijo...

Tomo nota Rafael. Como ves, hay una relación entre memoria y tecnología pues, como precisamente decía Carlos Castillo en el texto que me pasastes ayer: La relación sujeto-objeto no es nunca sólo una relación actual (...) [sino que ésta] está sobredeterminada por la relaciones sujeto-objeto habidas, que entran a formar parte de la configuración de la relación sujeto-objeto actual de modo que la memoria es constructora de la identidad pero, a la vez, la memoria no es más que una tecnología selectora de hechos y, consecuentemente, el modificar los mecanismo carceleros de la memoria modifica de facto nuestro estar en el mundo, por ende nuestra comprensión y sentido del mismo.

El lenguaje, mismamente, es un carcelero de la memoria de forma que si puede recordar todo una panoplia de percepciones heterogéneas bajo el epígrafe de, pongamos, una "silla", es decir, si puede reconocer una silla es porque el lenguaje me habilita tal función complementaria a la memoria y me libra de ser un hombre-lobo como aquellos que, porque por ejemplo se quedarón huérfanos en una selva, han nacido sin la visión del lenguaje. Claro que cualquiera que trabaje con el habla sabe que además de "sillas" hay "sofás" y "taburetes" y todos son asientos, sí, pero no todos iguales y etc. y hay empieza el trade-off intensión y extensión, es decir, el calibrar esa tecnología (entre muchas otras) que es, en este caso que estamos hablando, el lenguaje para nuestro andar por el mundo

Rafael dijo...

Pero hay manera de modificar esos mecanismos carceleros de la memoria?

Héctor Meda dijo...

Es lo que quiero transmitir: que se puede.

Por ejemplo, nuestra reconocimiento y comprensión y recordatorio de la nota DO -a la postre una nube arbitraria de armónicos- se ve paulatinamente degradado según se van modificando dichos armónicos al punto de que variaciones de un cuarto de tono se nos aparecen como DOs desafinados pero, llegado un punto de varianza, y en transición abrupta, de repente nos suena la nota siguiente en la escala, y no obstante, esas resistencias a cambiar el reconocimiento y corregirlo son distintas según quién las escuche, si un músico profesional de oído entrenado o un oyente diletante.

Pero ni siquiera tenemos que escarbar percepciones a un nivel tan neurobiológicamente básico pues, como recién anoté en el anterior ejemplo de la silla, cada vez que usamos el lenguaje, cada vez que usamos un producto suyo como una palabra cualquiera, ya estamos instaurando un nivel de significación al inaugurar con ese concepto una determinada red de connotaciones y por tanto una potencial serie de transiciones asociativas que podemos traer a la mano gracias a la simbiósis que ejercer dicha palabra con nuestra memoria.

Por supuesto, no todos los mecanismos carceleros pueden modificarse alegremente pero sí sobre todo aquellos que son de naturaleza cultural, por ende intersubjetiva y además lo hacemos constantemente cada vez que escogemos una palabra y no otra o cada vez que escogemos un gesto y no otro y etc.

Rafael dijo...

Eso que comentas "punto de varianza, y en transición abrupta", tiene que ver con lo que una vez comentaste aquí (http://hector1564.blogspot.com/2011/09/lecturas-transversales-de-confesiones_23.html) de que el cerebro humano no tolera la ambigüedad?. Pero, supongo, al mismo tiempo, hay cerebros (sujetos, en la terminología de Carlos Castilla) que toleran más unos que otros, esto es, por ejemplo, los de los músicos profesionales, que toleran-soportan más ambigüedad que el hombre de la calle. Mi pregunta es: esa mayor "capacidad cerebral" es fruto del aprendizaje-exposición, empírico, ya que, como tú dices (http://hector1564.blogspot.com.es/2011/09/el-instinto-musical-de-philip-ball-coda.html) sería fruto de un aprendizaje empírico?

Héctor Meda dijo...

Yo, matizando a Philip Ball, diría que la ambiguedad es síntoma de una memoria aún trabajando como cuando vemos a alguien a lo lejos y no nos queda claro todavía quién es y no estamos entonces sino teniendo que esperar a que nuestra memoria se decida de una vez, obviamente, cuanto más extensa sea la memoria más intenso será el reconocimiento, menos erróneo, pero también más lento y esto se irá produciendo en tanto que nos enfrentemos a situaciones ambiguas y así sucederá que cuanto más leemos, por ejemplo, más nos repudia el trazo grueso de los carácteres morales de la literatura pop y menos ambiguos los de la alta literatura como, por ejemplo, Macbeth; y es que, como bien dice Eco en el post mío que me enlazas, los personajes (y las historias), vasijas de sentido después de todo, no son más que gestalts y por tanto su entendimiento "está condicionado, no solo por el sonido que realmente se emite, sino también por el sonido al que estamos acostumbrados y esperamos", o sea, su entendimiento es relacional y dependiente tanto de nuestro historial como de su propia independiente naturaleza. "La afirmación vale no solo para el tono si no también para el ritmo y otras estructuras musicales"...y cualquier otra estructura gestaltica.

Rafael dijo...

Me parece muy acertado lo que dices. Te cito: "cada vez que usamos el lenguaje, cada vez que usamos un producto suyo como una palabra cualquiera, ya estamos instaurando un nivel de significación al inaugurar con ese concepto una determinada red de connotaciones y por tanto una potencial serie de transiciones asociativas que podemos traer a la mano gracias a la simbiósis que ejercer dicha palabra con nuestra memoria". ¿Esta capacidad del lenguaje estaría en la línea del aserto de Freud, el cual, según él, afirmaba que el psicoanálisis consistiría en la cura por la palabra?

Héctor Meda dijo...

No me atrevería a hacer exégesis alguna a Freud pero sí es verdad que aquí pisamos terreno fronterizo entre, a un lado, la psicología, y al otro, la literatura; y yo creo, dicho muy precipitadamente, que el terreno de aquella es el de los conceptos cuyo efecto es instructivo/normativo/salutífero, y ésta, la literatura, tiene por terreno de juego, los gestalt (u "objeto de orden elevado") como son las historias y/o los personajes cuyos efectos son estéticos, es decir, apelan a refundir nuestro instinto de lo bello, el cual, dicho aceleradamente, es nuestro detector de patrones, de sentido.

Rafael dijo...

Traer un mundo a la mano es la expresión que acuñaron Maturana y Varela en su "El árbol del conocimiento"? Y en concreto, en qué consiste ese traer un mundo a la mano?

Héctor Meda dijo...

Sí, aunque el uso no era literal sino connotativo, es decir, pretendía traer al recuerdo lo dicho por Maturana & Varela quienes, por más que lo escondieran explícitamente, aquí eran heideggerianos y yo aquí también en parte aunque remitiéndome siempre a la memoria y su trajino