jueves, 12 de enero de 2012

Un par de notas sobre la fealdad en el arte

(En este estimulante post de Dialectica y Analogia se especula la razón de la aparición de lo feo en el arte. Invito a leer la anotación para saber la interesante especulación al respecto. Unos comentarios por mi parte al respecto:

Ciertamente, al retratarse un objeto "feo" se convoca a un contrastante ideal nuestro de belleza y de ahí esa relativa sensación de repugnancia, pero a esta idea urge precisar un par de cosas a bote pronto, primeramente, tiene que dejarse claro que el objeto es feo y me valen las pelis de serie B como caso, pues allí, es harto común que el malo malísimo, toda vez que hay que demostrar que es malo malísimo, se comporte como una déspota tirano con, sin ir más lejos, sus subalternos, ahora bien, resulta absolutamente inverosímil este comportamiento, quiero decir, es muy poco probable que un lugarteniente se deje humillar por una persona o, dejándose humillar, sea un lugarteniente competente que participe y colabore en la inventiva de estrategias exitosas -y es que no se tiene a un Rommel si uno se comporta como un auténtico gilipollas-, o sea, que el malo malísimo de las pelis B, por este y otras típicas escenas, dicho sea de paso, es inverosímil, lo cual, a mi ver, es una forma de fealdad (literal, no artística) y, no obstante, no se nos presenta como tal, como alguien feo, inverosímil digo; luego su construcción estilística es fraudulenta, kistch, y por eso no notaremos su fracaso como una tragedia, ni al menos una fealdad artística. Pero por otro lado, en la convocatoria de nuestro ideal tiene que aparecérsenos ésta ligeramente cambiada y es por eso por lo que la fealdad cotidiana -que se confronta a una funcionarial belleza proporcionada- o la maldad de un tirano al uso -que se confronta con una democracia virtuosa- no nos emociona en absoluto, al contrario de, pongamos, un shakespereano regicida villano como Macbeth que nos hace dudar de la bondad de nuestras más -ejem, ejem- virtuosas ambiciones, y que por tanto, y al manosear nuestros ideales, nos remueve por dentro.

5 comentarios:

Juan Antonio Negrete dijo...

Héctor,
muchas gracias por la referencia que haces a mi entrada. Como te he comentado allí, estoy de acuerdo con esas precisiones que haces.
Un cordial saludo

Sierra dijo...

Pamplinas, debo decir, porque ha tomado la palabra 'feo', ha hecho un nudo con su significado y la ha usado según una regla interna harto curiosa pero, a todas luces, privada.

En cualquier caso, la fealdad en el arte solo es un problema si se cree que el fin o el propósito del arte es la belleza. Faltando esto, la pregunta se vuelve «por qué está esto feo aquí en lugar de allá» y nunca «¿por qué lo feo?».

Héctor Meda dijo...

El fin del Arte es la Belleza, yo diría en resumen, tal vez precipitadamente, pero por hacer un eslógan; si entendiéramos belleza como los de Tlön entendían la Luna, quiero decir, recordando que no puede haber una palabra (o expresión) que corresponda a la palabra luna, pero hay un verbo que sería en español lunecer o lunar. Surgió la luna sobre el río se dice hlör u fang axaxaxas mlö o sea en su orden: hacia arriba (upward) detrás duradero-fluir luneció.

Sierra dijo...

¿Eh? ¿Embellecer? Hable en cristiano, che, que no se le entiende.

Héctor Meda dijo...

Piense en una mujer, Sierra, piense primero en sus bellos ojos, o en su nariz, quédese ahí, mirándola, un ratito nomás, al cabo, empero, sobre todo con el paso del tiempo, se dará cuenta que esa fijación no es más que fetichismo (a veces insoslayable, biografía mediante -supogno) pero puede aumentar el diafragma y ver una conexión más narrativa y ahora contemplar cómo la nariz griega empasta con su pequeña mandíbula o cómo los ojos se ensachan hasta cubrir toda la cara pero no abusando de un tamaño que rompería todas las proporciones faciales pregonando unos rasgos más que otros; pero aún más ampliamente, puede contemplar cómo su vestido sobrio y elegante, con estilo, se conduce en armonía con unos gestos calmos y estudiados y cómo entonces no hay una ostentación estéril en su vestuario sino una plasmación verosímil de su personalidad; pero aún más ampliamente, puede seguir infinitamente echándose para atrás y seguir viéndola ahora en su forma de ser y ya está, no sigo más, creo me entendió, quiero decir, lo que incluso de normal para lo más normal incluso que usamos el concepto de belleza, en puridad, (salvo que nuestro estómago nos empuje a lo contrario), es idéntico a lo que quiero expresar con la búsqueda de la belleza, a saber: que NO se trata de sujetarnos a un rasgo inefable sino ver cómo los rasgos van interaccionando entre sí narrativamente embelleciendo entonces el cuerpo conjunto que conforman.

¿Nunca le ha pasado que le gusta una melodía de Beethoven (a mi me pasa sobre todo con el sordo éste, pienso por ejemplo en el tema 1º del último movimiento de opus 135) y quiere escucharla y se planta tramposamente en el segundo exacto donde suena esa melodía y resulta que, al no haberse escuchado la obra desde el principio, llega a ese instante menos emocionado que en las otras ocasiones?

¿No le pasa lo mismo con los monólogos shakesperianos? ¿El famoso monólogo de "ruido y furia" no se ve más bello luego de haberse leído la obra?

Etc.